domingo, octubre 27, 2013

Escucho el estridular de las cigarras, estrujando las hojas asperas tostadas por el sol.

"Escucho el estridular
de las cigarras, estrujando
las hojas asperas
tostadas por el sol." José
Joaquín Burgos.
José Rafael Silva Sanchez, al iniciar la descripción de la profundidad poética de José Joaquín Burgos, en Cansancios de Orilla, resume "En su obra denotamos es prodigiosa mixtura de erotismo, poesía y ciudad, en ajustada síntesis dialéctica, expresada en textos que transponen la rutina lingüística a través de giros de un excepcional poder expresivo: el lenguaje poético adquiere las cualidades del juego; las palabras con símbolos dúctiles en translación con profusos espejos en donde se refleja la realidad subjetiva. Todo ello provisto de una tensión arrolladora por descubrir lo numinoso, por develar lo que ocurre del lado mas allá, por extinguir definitivamente las brumas: Mientras la ciudad duerme / y Penelope teje su sueño con silencios / en algún sitio / a esta misma hora / Homero el de la Iliada / saborea un trago de mosto / un campesino hambriento / destaza las carnes de una cabra todavía agonizante / y sonríe con sus dientes cariados / esperando / la hora de comer / escucha / yo lo escucho / el estridular de las cigarras / estrujando /  las hojas asperas tostadas por el sol / en el altar de las tolvaneras / Dionisos ríe y sus carcajadas / retumban adentro de las vísceras / a esta misma hora /en otro sitio / un fraile azota sus pecados / una mujer hermosa como la vida / entrega la rosa de su orgasmo / un hombre solitario /  mira el crepúsculo desde sus olvidos / la vida / sabe a miel o a silencio / Homero apura otro trago de mosto / se bebe / la eternidad efímera del tiempo. Allí también esta el tono irónico, la burla, la sátira, la expresión punzante como modos de descifrar el universo, indagaciones sobre la esencia del mundo, escapes, rupturas, en una actitud lúdica a través de la cual el autor accede a una dimensión privilegiada que multiplica las perspectivas, aumenta la sutileza intelectual y favorece la eflorescencia simbólica. Una escritura provocadora, turbulenta, cuya función pareciera oscila entre la sedición, la solicitación y el rechazo, siempre con un guiño complice hacia el imprevisto vértigo del vacío.  

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