jueves, marzo 07, 2013

La poesia es una "Sinfonía Telúrica"

Poeta Felipe Herrera Vial
Fuerzas vivas, rindieron homenaje al poeta Felipe Herrera Vial, en acto celebrado en el Teatro Municipal, en sesión extraordinaria de la Alcaldía Bolivariana de Valencia, con motivo de cumplirse  los cien años del nacimiento de este extraordinario escritor (02-1913/03-1995). Le correspondió al Cronista de la Ciudad de Puerto Cabello, Asdrúbal Gonzalez, el discurso de orden, en donde deleito a la audiencia con una pincelada de la creatividad poética de Felipe, cuyas apreciaciones son estas. "Valencia tiene un dulce  nombre de mujer... Un collar con figuras de soles y de lunas, de jaguares y estrellas, de caracolas y serpientes sinuosas como ríos, le grabó en piedra dura y coloco cual ofrenda sobre su cuello altivo, el indio comarcano... Que estampo en la roca de Vigirima lo que pudiera ser su primer retrato: la hoy llamada Diosa de la Lluvia. Hermosa cara, como corresponde a la mujer valenciana de siempre. Del momento auroral de la urbe, es entonces el inicial testimonio que se posee de la ninfa del Cabriales. La ciudad tuvo siempre un rostro de mujer... Y un corazón de naranja madura, desde  donde un niño enternecido canta. La canción, es de amor eterna balada de enamorados: amoroso mensaje de "aquí me quedo", de "no te olvido ya".del "siempre te amare Valencia mía".  Valencia tiene la gracia de concebir y dar a luz sus hijos, y convertirlos después en sus eternos enamorados. Y seducir a quienes nacen fuera... Una vez nos preguntamos cual era el secreto, en que consistían sus artes seductoras. Y hallamos durante casi un siglo:
- Una linfa sonora que escurría su caudal bajo los arcos de un majestuoso puente de cal y canto, levantado sobre esfuerzos de patriotas cautivos.
- Una plaza mayor donde la luna llena se mostraba cercana como un farol colgante, capaz de contagiar de plenilunio al mas rudo varón que osara caminar sobre su enladrillado.
- Un amarillo dorado de naranja madura que la perimétraba, y de azahares una tan grande floración, que hizo escribir a un poeta de tiempos posteriores (Andrés Eloy Blanco):                                                  



                                                    "En Valencia hay azahar
                                                     para que el mundo se case:
                                                     si con las once mil vírgenes
                                                     llegan once mil galanes, 
                                                     bastara que un abanico
                                                     le guiña a los naranjales,
                                                     y para once mil doncellas
                                                     sobraran los azahares".


Además de río, naranjas y azahares, Valencia tenía el adorno de un lago en su ribera... Y pájaros suficientes como para en un vuelo único, emplumar de brumas la tarde... Y mujeres tan bellas, que era la urbe un tropical santuario de Atenea.
Pero sobre todo estaba la gente... Ciudad mano abierta, de una bondad sin límites, y usanza de valenciana estirpe; y un querer y una lealtad y un todo dar, como pocas veces acontece, cuando de seducir a un recién llegado se trata.

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